La pequeña
iglesia de estructura gótica se alzaba ante un atardecer de cielo rojizo. El
alcalde convocó a todos los vecinos para la asamblea que tenía lugar
anualmente, cara a las próximas festividades del pueblo, en una de sus salas
como era costumbre. Los vecinos acudían bajo los graznidos del cuervo que
oportunamente, se encontraba en el tejado del edificio, pareciendo prestar su voz
al alcalde.
Tras un rato de
reunión, la gente salía animada, en el ambiente se podía palpar la energía de
las próximas fiestas. Los niños corrían jugando a “pillar” entre risas de edad
feliz, y cada familia volvía a su hogar. Estaba a punto de anochecer.
Vamos, hay que
preparar a los animales – apuró Marina a su familia cuchillo en mano. En su
mirada, una macabra sombra oscurecía su intención. Su marido le alcanzaba el
paso camino a la pocilga. Tras ellos sus hijos Andrés y Carlos, llevaban
consigo varios calderos, la hora se acercaba y todo el pueblo estaba
entusiasmado con la llegada de tal terrible tradición anual. Fernando ató las patas
de los animales con una gruesa cuerda, y ésta a las ramas más fuertes del árbol
del colgado -como les gustaban llamarlo- para que esta aguantase el peso de los
cuerpos.
Una vez estaban
todos colgados y debilitados por el hambre, los hijos fueron colocando bajo
cada cabeza, un caldero en el que caería la sangre del animal degollado. La
visión era macabra a la vez que bella en su forma, un árbol con frutos de carne,
cuyo elixir de vida se escaparía por sus carótidas. Marina se colocó delante del
animal, propinándole un corte de lado a lado que dejase fluir al caldero toda
su sangre. El sonido de agonía emitido por el animal, helaba a cualquiera que
no estuviera acostumbrado a tal situación. Uno tras otro fueron perdiendo la
vida.
- - ¡Este
año, la matanza promete, esta fibra muscular tiene muy buena calidad! – celebró
Andrés.
- - Así
es hijo, hemos tenido buenas visitas, eso aumentará las ventas del próximo año.
Pero igualmente, el embutido del año pasado, si bien no era tan bueno, mucho no
tiene que envidiar al de este año.
- - En
pocos días comprobaremos la calidad de los productos, ya casi están listos
–recordó Carlos a la familia, sentado en el pasto mientras observaba como los animales
iban perdiendo la vida.
Y llegó el día
que daba comienzo a las fiestas de la matanza. Cada familia preparaba en la
plaza mayor, una mesa con una amplia selección de los alimentos cárnicos que
producían durante todo el año anterior, presentados de forma atrayente, para
que los turistas pudieran elegir sus compras con facilidad mediante la prueba
de muestras gratuitas, y disfrutar de los diferentes sabores que las carnes
ofrecían, según la casa en la que fueron alimentados.
Ya todo estaba
preparado para la apertura con el pregón del alcalde. El hilo musical
ambientaba la plaza y algunas callejuelas dando un aire festivo que animaba a
cualquiera, dibujando sonrisas en los rostros de la gente, animaban al baile y
a la ingesta del vino que se producía en el pueblo. Poco a poco los turistas y
visitantes fueron llegando. El pregón dio comienzo de mano del alcalde, como
era costumbre a las 2:00 pm.
- Hola,
hola, ¿se me oye?- se aseguró que el equipo de sonido estaba bien conectado-
hola a todos y bienvenidos un año más a las fiestas de la matanza, de Cangas
del Narcea, para los despistados, estáis en Asturias- bromeó seguido de unas
risas en el público.- Quiero dar la bienvenida a toda la gente que viene a
disfrutar de estas fiestas; una tradición que se mantiene desde la época
romana, y que hoy los jóvenes siguen heredando.
Los
productos que degustarán, son el trabajo anual de cada familia. Cada quien,
cuida y alimenta de una forma a sus animales y eso les otorga un sabor
diferente entre sí. Así que sin más dilación, ¡doy comienzo a las fiestas;
Disfruten de los sabores y pásenlo bien! – parafraseó animadamente con los
brazos en alto, marcando a la orquesta cuándo debían comenzar a tocar, cortando
la música programada.
La gente
aplaudía animadamente dispuestos a disfrutar de cada momento, y así se fueron
colocando delante de las mesas que les alimentarían con tan especiales
productos, pasando de una mesa a la otra, con las manos llenas de bocadillos
frescos, mientras comían y elegían con gula, cuál sería su siguiente elección.
Los niños
corrían de un lado al otro jugando bajo la llamada de sus padres a comer, pero
estos preferían un rato más de juego.
Los hermanos
García, veían a su madre servir sonriente, mientras comentaban entre ellos la
situación desde la puerta de su casa:
- Si
supieran lo que están comiendo y lo que les espera, no creo que estuvieran tan
felices.
- - Sí,
pero no lo saben y así debe seguir siendo. Si de alguna forma se enterasen,
nuestra tradición tendría que volver a ser una matanza de animales, y
tendríamos que volver a sacrificar a inocentes. Es mejor así, a todo cerdo le
llega su San Martín.
- - ¿Le
pusiste el somnífero al vino? No podemos dejar que se vayan los turistas.
- Sí,
todo está preparado.
La muchedumbre
disfrutaba de la comida, la música, bailaban y compraban, ajenos a las miradas inquisitivas
que sobre ellos caían. Eran el centro de interés mucho más de lo que cabía
esperar, una ignorancia que pasa factura.
El pueblo de
Cangas del Narcea, tiene algo peculiar, y es que se convirtieron en una
comunidad tan cerrada, que no tienen trato con otros Asturianos. Viven de la
matanza anual de los turistas que los visitan en estas festividades, haciendo
embutidos y curando sus carnes para alimentarse el año siguiente, y atraer a
más turistas para así conservar la tradición generación tras generación, y
procurarse el alimento.
*Este relato está actualmente presentado a la convocatoria Penumbria 48
Pues no está nada mal, solo he leído este por ahora pero es interesante. Veo que es de hace años, espero que te fuese bien
ResponderEliminarMuchas gracias Genisvi. Lo cierto es que es un trabajo arduo y nada fácil, dónde cuesta mucho hacerse un hueco, pero se hace lo que se puede. Así que si te gustan las publicaciones, no dudes en compartir el blog entre tus contactos. Muchas gracias.
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