viernes, 31 de octubre de 2014

Aullidos

En la espesura del bosque,  allí donde el hombre no se atreve a internar, vive una manada de lobos que cada noche aúllan invisibles en la oscuridad, pero ésta noche en concreto los puedes encontrar en una senda entre la maleza en la cual se divisan las montañas y observan feroces y excitados la joya que deslumbra en el cielo y brilla con una fuerza voraz. Saben que esta noche las brujas saldrán a cazar y un nuevo un sacrificio recibirán…

Una bruja cruza el cielo sobrevolando el lugar. Grimelda, la mayor de las tres hermanas la observa. -Esta noche la luna luce roja, “luna de sangre” dice el almanaque…es la noche tan ansiada. – y tras hablar para sus adentros, se dio la vuelta dando la espalda a la ventana y se dirigió a la cocina a preparar todo.

-          -Navila, ¿este año te toca cazar a ti verdad? –preguntó Grimelda a su hermana.
-          -Así es hermana; descuida, ya me iba a ir, sólo estaba cogiendo mi bolsa de magia. Pero ya estoy lista, ¡vuelvo en un rato!
-          -¡Espera!, llévate ésta poción, te ayudará a mantener un falso aspecto cara a los humanos. Te envío a Madmara cuando llegue.


Grimelda guiñó un ojo a su hermana como gesto de asentimiento mientras escoba en mano y armada con su cartera llena de magia, surcó el cielo en busca de sus víctimas y el sacrificio para los lobos.  La noche estaba tranquila y calurosa, - pasear esta noche es una delicia, lástima que algún humano no vaya a poder disfrutar de más noches como ésta.- Dijo en voz baja. Cuando quiso darse cuenta, ya había llegado al parque del lago situado a las afueras de la ciudad,  lugar en el que raptaría a sus víctimas; La virgen y los cinco niños.

Decidida, aterrizó en la zona más tranquila del parque y paseó despreocupada, pues su aspecto joven la escondería por unas horas de las miradas horrorizadas de quienes paseaban bajo las estrellas, era obvio que su aspecto natural resultaría casi hasta nauseabundo a ojos de unos cuantos, pero gracias a los hechizos, su belleza temporal haría que la gente confiase en que era una persona normal, una mujer de treinta y tantos años, con aspecto de quien sale en la noche a pasear buscando desesperadamente a su mascota extraviada, era suficientemente confiable como para llevar a cabo su cometido.

-Para ser de noche, la zona está muy concurrida…bueno, primero lo primero ¿dónde están esos niños inocentes?- pensaba mientras agudizaba los sentidos a cada paso que daba.


Allá a lo lejos se distinguían un grupo de cuatro niños, parecían buenas presas; inocentes y tiernos, perfectos para hacer ricos guisos de juventud. Navila cambió a su mejor cara de preocupación y se dirigió a ellos mientras se aseguraba de que no habían adultos a su alrededor que los vigilase, cuando inesperadamente otra joven se quedó parada en su camino.

- Madmara, que bien que has venido. Llegas a tiempo. ¿Ves a aquel grupo de cuatro?
- Hola hermana, si ya voy hacia ellos.

Y como si de una desconocida se tratase, ambas continuaron su camino. Madmara se adentró en la arboleda y en un abrir y cerrar de ojos, apareció un hermoso gato blanco de pelaje impoluto. Paseaba a sus anchas sin preocupación ninguna y seguro de sí mismo iba oliendo el pasto y vigilando expectante los movimientos de los humanos cuando de pronto algo llamó su atención, eran cuatro niños que jugaban despreocupados; curioso, se acercó a ellos pausadamente hasta que uno de ellos lo vio y despacio se acercó.

-         - ¡Que hermoso eres! ¿De dónde has salido? Nunca te he visto por aquí.
-          -Meaaaw- respondió el gato olfateando su mano extendida.
-          -¡Mauri, Jorge, Eli, mirad que nos visita! Venid despacio no se vaya a asustar – avisó a sus amigos.-
-          -¡Hola gatito! ¿cómo te llamas?
-          -¡Eli, los animales no hablan tonta! – dijo Mauri, un año mayor.
-          -¡Sí que hablan! Aunque en su idioma gatuno…


-          Tranquilos chicos, busquemos a ver si aparece su dueño – dirigió Jorge y sin pensarlo dos veces, Mateo miró a los demás chicos y con un gesto de cabeza se pusieron a buscar a su propietario. Sería entretenido.

-         - Bien, hay que buscar a una persona que esté buscando al gato.
-         -¿En serio? – preguntó Mauri a Jorge sorprendido por la obviedad de la afirmación. -Bien gatito, ¿dónde está tu dueño?
-         - Meaaaaw… -pareció preguntar el gato.
-         -¿Os habéis dado cuenta de que no tiene collar? Quizá no tenga casa.
-         -Yo creo que sí la tiene, está muy limpio para vivir en la calle. ¡Gatito, llévanos a tu casa, seremos tus guardaespaldas para que no te vuelvas a perder!
-         -Mateo, ¡ya está perdido! ¿cómo se va a perder otra vez?
-         -Perdiéndose, a mí me ha pasado. –respondió Mateo seguro de lo que decía. –Creo que será mejor separarse, así será más fácil que encontremos al dueño. Bien gatito, ¡vamos a tu casa!


El gato feliz por su nueva compañía, le maulló por su orden y continuó caminando y olfateando a su paso. De cuando en cuando se paraba a masticar alguna hierba y continuaba como si nada.

-         -Bien chicos ¡hora de separarse! Mauri, tu vete al lado derecho del parque. Jorge, tú al izquierdo. Eli a la zona del lago y yo iré al fondo. Nos vemos en media hora.
-         -¡De acuerdo! -Asintieron todos los amigos. Y comenzaron a dirigirse cada uno a su punto cardinal.


Todos estaban entretenidos y lo que era más importante, separados, lo que haría que Madmara tuviese más facilidad para llevar a Mateo hacia su hermana Navila, sin que el comportamiento del animal pareciese extraño, todo debía salir bien esa noche. El gato caminaba a sus anchas, lo que provocaba que mateo de vez en cuando tratase de llamar su atención para no perderle de vista, llamada de atención a la cual el minino le respondía con un dulce ronroneo.

Navila, divisaba desde la lejanía la increíble estrategia de su hermana pequeña mientras buscaba al quinto niño y a la virgen, pero no pudo evitar distraerse unos instantes ante tal triquiñuela de la pequeña de las hermanas, la habían enseñado bien. Metió sus manos en los bolsillos y se dispuso a buscar a su víctima, la virgen. Había visto a una santurrona, una monja. ¿Qué mejor opción que esta? Lo vio claro y con paso decidido se acercó a la monja.

-              -Hola hermana, disculpe que la moleste pero estoy buscando a mi perro, se me escapó en ésta dirección y no lo encuentro, quizá usted pueda ayudarme, ¡estoy muy preocupada!
-         -Tranquila hija, con ayuda del señor todo es posible. – trató de tranquilizar a la mujer nerviosa.- ¿qué raza es? ¿por dónde dice usted que lo vio la última vez?
-         - Es un cachorro de cocker rubio y ojitos castaños, se llama “Robi”, solamente tiene unos meses ¡no debí traerle sin correa! –se lamentó Navila a la pobre creyente malintencionadamente.
-         - El señor y yo te ayudaremos a buscarlo. ¿has llamado a la policía?
-         - Aún no, no ha podido ir demasiado lejos siendo tan pequeño…
-         - De acuerdo, ¿Qué le parece si usted busca en ese lado y yo por aquí?
-         - Me parece muy bien hermana.


Y cada una se quedó buscando al cachorro. Tras unos minutos de búsqueda, Navila señaló entre los árboles con mirada acechante donde se encontraba la religiosa y así llamar su atención con un hechizo de falso llanto de cachorro que la hiciese entrar más en la oscuridad.

-         - ¡Acabo de escuchar algo por aquí! – trató de decir a la propietaria del cachorro mientras separaba las ramas de los arbustos, pero cuando se giró, una cara terrorífica que le estremeció el corazón apareció frente a ella sin darle tiempo para articular palabra y lanzando con su mano un puñado de polvo de sueño, indujo a la religiosa en un profundo descanso del que se arrepentirá despertar.


Navila se aseguró de que no había gente a su alrededor y ocultó a la mujer entre la maleza mientras iba a buscar a Madmara y su pequeño amiguito.
Su instinto de bruja hace que guiarse y buscarse entre ellas sea muy sencillo, infundando aún más el terror de la gente por éstas almas malvadas. Muchas historias recorren el mundo sobre las mismas, se ha escuchado cientos de relatos a lo largo de los años sobre mujeres que viven en la oscuridad de los bosques, de desapariciones de niños y misterios en noches de luna roja, o “luna de sangre” según se dice que éstas la llaman.
Navila caminó con la misma intención por el paseo del parque del lago, cuando a unos metros se encontró al gato con un niño.

-        -¡Oh, al fin le encuentro! Menos mal que estás bien Bust.
-        -¿Es suyo este gato? –Mateo quiso asegurarse.
-        -Así es, se me escapó hace un par de horas y lo estaba buscando desesperada. Gracias…
¿Cómo dices que te llamas?
-         -Mateo señora. Y me alegro mucho de que Bust haya encontrado a su dueña. ¿Puedo preguntar por qué no tiene collar?
-         -¡Claro que puedes! –sonrió con mala intención.- Pero es una larga historia. –Y en ese momento Navila durmió al niño. Antes de que tocase el suelo, ya estaba flotando a centímetros del suelo y se dirigían hacia donde la primera víctima había conocido los brazos de un nuevo Morfeo. 
    -Bien Madmara, vamos a por los demás. –Apuntó Navila. Y poniendo dirección a los otros extremos del parque se enfilaron seguras de cuál sería su siguiente movimiento.


La gente iba y venía, había quien se sentaba en un banco a contemplar la luna, y quien paseaba para disfrutar de la noche. La mayor cantidad de gente se encontraba a las orillas del parque y en el lago; baños nocturnos en el agua y rodeados del croar de las ranas resultaba relajante. Eso es lo que se escuchaba hablar a algún bañista.

-         -En estos puntos necesitaremos un mejor plan y hay que darse prisa, mejor que nos sobre tiempo. –añadió Madmara.
-         -Esta es mía. ¿Tienes tu magia?
-         -Claro que si hermana.


Se encontraban a pocos metros de las orillas del lago, y Navila conocía lo suficientemente bien la cara de los tres niños restantes para poder actuar con rapidez. En seguida encontró a Eli.

-         -Bien Madmara esto va así: yo te traigo a la niña y tú la invisibilizas y la duermes. ¿De acuerdo?
-         -Si, de acuerdo.


Y agazapada entre los matojos de pasto, Madmara perseguía como un acechador a su presa, después de todo así estaba siendo. Veía como su hermana convertida en “Bust”, se acercaba a aquella inocente que nada esperaría de los acontecimientos venideros. Navila llamó su atención con ese suave ronroneo que le caracteriza haciendo que sin darse cuenta se alejase del bullicio. Madmara desde atrás no se perdía un solo movimiento y cuando ya se encontraban suficientemente alejadas de las curiosas miradas, durmió a la niña.

En el grupo eran cuatro y se necesitaba uno más, siempre que la víctima estuviese sola, no sería problema hacerse con ellos. Faltaban  dos de los cuatro cuando Navila y Madmara se miraron una a otra con esa expresión macabra que dejaba ver lo bien que estaban saliendo los planes, sólo les hacía falta un poco más de tiempo. Durante el paseo iban hablando entre ellas, cuando inesperadamente un niño que jugaba a esconderse, se les cruzó en su camino.

-         -Disculpa, ¿puedo hacerte una pregunta? –reaccionó Madmara. El niño se giró dándose por aludido y en el momento en que iba a responder, la magia de Navila actuó sobre él.
-         -Otro más, dos y se acabó. -Guiñó el ojo a su hermana.


El efecto del hechizo estaba cerca de finalizar, debían actuar con rapidez o cundiría el pánico si llegasen a ser vistas y quizá descubiertas. La poción que Grimelda le dio al salir de cada a Navila era únicamente de emergencia. Mientras escondían a este pequeño, sabían que aún quedaba por raptar a dos de los cuatro niños del grupo inicial, así que irían en su busca y volverían a casa lo más pronto posible.

-         -Hermana, ¿crees que el sacrificio de éste año para los lobos será suficiente? ¿podremos celebrar la noche de luna de sangre sin que maten a alguna de nosotras?
-         -No lo sé Madmara, pero esperemos que sí. Ya son demasiados siglos los que tratamos de mantener este pacto con los lobos y cada vez se hace más complicado; los corderos de los últimos cien años ya no les agradan, las reses se han convertido en un único bocado… hay que sacrificar un animal diferente. Si con éste niño no se satisfacen, ya sólo nos quedará sacrificar adolescentes, llaman mucho más la atención sus desapariciones, tendríamos que optar por refugiados, niños de la calle que nadie eche de menos, pero esos huesudos no son suficientes para los aulladores. –Concluyó Navila.


                                                           * * *



Había pasado más de la media hora que los chicos habían pactado para volver a encontrarse tras buscar al dueño del gato extraviado, así que cada uno volvía al punto desde el que se separaron, muy a pesar de Mauri y Jorge, el gato tendría que buscar él solito a su dueño, y mañana quien sabe, quizá lo encontrase o encontraría un nuevo dueño o… pasaría a ser un gato callejero más con el “Don” de la libertad hasta el fin de sus días, en cualquier caso, debían volver ya a casa y mañana sería otro día.

Los chicos caminaban hasta donde habían estado jugando un buen rato antes, pero Mauri y Jorge se encontraron en un cruce de caminos unos metros antes de llegar. Detrás de los altos arbustos que los respaldaban, Madmara y Navila estaban por cruzarse con ellos cuando éstos comenzaron a hablar.

-         -¡Hey Jorge!
-         -Hola de nuevo Mauri. ¿has tenido suerte? ¿alguien extravió a su gato?
-         -Pues la verdad no he encontrado al dueño, y no me interesa. Estuvo bien el juego pero yo ya me voy a cenar. –Dio el tema por finalizado pensando en la suculenta cena que le esperaba en casa. Casi podía saborearla aún sin saber que había cocinado su madre esa noche.
-         -¿Cómo puedes ser así Mauri? ¿Acaso no te importa el bienestar del animal?
-         -Mira Jorge, no me va a aportar nada ese estúpido gato a mi vida, no sacaré mejores notas por encontrarlo ni recibiré mejores regalos por hacerme cargo de un animal que ni siquiera me gusta. Así que no, no me importa ni un poco el “bienestar” del animal. Sólo quiero cenar. –y sus tripas sonaron como si llevase días sin comer nada.
-         -En serio, no sé por qué estás en nuestro grupo, ¡deberías irte por tu camino! – Jorge le riñó muy molesto.
-         -Eso es precisamente lo que haré. ¡Adiós! ¡Ah…y que no te coma la lengua el gato! Jajajjaja


Y cada uno se giró para tomar una dirección opuesta, pero antes de que pudiesen alejarse, las brujas los bloquearon a cada lado. El efecto del hechizo comenzaba a perder poder y en sus rostros, las arrugas delataban una edad más real,  alguna verruga comenzaba a hacerse visible, las uñas se veían amarillentas y descascaradas, aunque aún no estaba nada perdido. Mauri que observó cada detalle trató de alejarse de aquellas que comenzaban a verse ancianas.

-        -Discúlpeme abuela, pero he de irme. –Se despidió Mauri muy altanero y déspota.
-        -De aquí no se va nadie joven, al menos sin nosotras…


Y de la mano de las brujas apareció una leve nube que en décimas de segundos durmió a los dos amigos. Era el momento de ir a buscar a las demás víctimas e irse de vuelta inmediatamente.

-         -Un poco de polvo de invisibilidad y llegaremos a por los demás. La vuelta será un abrir y cerrar de ojos. – así lo hicieron, y como fue predicho, la vuelta a casa se hizo rápida.
-         -Ya estamos de vuelta Grimelda. –Anunció Navila.
-         -¿Ha ido todo bien? – preguntó con segundas intenciones por lo evidente de su transformación en la vuelta.
-         -Si hermana, todo dentro de los planes. –Aseguró Madmara.
-         -Bien, hoy nada puede salir mal. Ya tengo los calabozos preparados. Meted a los niños antes de que despierten y…  -se sorprendió al ver a la monja- ¿esta es la virgen de éste año? – Giró la cabeza observando con ojos de golosa.
-         -He creído que sería una buena opción. –Dijo Navila.
-         -Y lo es hermana…y lo es. Empezare con la monja, podéis trasladar a los demás al calabozo. – Anunció Grimelda.


Tumbó a la monja en la cama e inmovilizándola con los grilletes, agarró un balde y lo colocó bajo su muñeca izquierda, y con un cuchillo le cortó las venas para así tener ese ingrediente tan ansiado por las brujas, aunque la idea no era matarla desangrada, no, eso era demasiado fácil y aburrido, ellas no asesinaban… ¡ellas sacrifican en el nombre de satán!

Para cuando la monja despertó, ya era demasiado tarde para ella. Desorientada y asustada por no saber que sucedía, comenzó a rezar unas oraciones tratando de que el señor todo poderoso escuchase sus plegarias y la ayudase a escapar de allí, aunque el lugar en el que se encontrase fuese una pesadilla. Cuando Grimelda se la acercó riendo a carcajadas y se posicionó frente a la monja, esta aterrada suplicó a su señor Jesucristo por ella, por su salvación…pero ya nada la salvaría.

-         -Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre…
-         -Si hermana, rece cuanto sepa, pero su “señor” no podrá ayudarla a escapar. – Informó Grimelda con los ojos muy abiertos.
-         -El señor es todo poderoso, él me sacará de aquí. –Aseguró la santurrona convencida de su cristianismo y de su señor.
-         -¿Y si es como usted dice “todo poderoso” por qué no evitó que fuese raptada? ¿eh? –alargó con sorna y una sonrisa inmunda la última pregunta.
-         -Venga a nosotros tu reino, hágase su voluntad así en la tierra como… -continuaba rezando la monja sin sentido alguno- no he de escucharla, el demonio vive aquí, ¡Jesucristo me salvará!
-         -Estos cristianos… ¡que inocentes son! –señaló Madmara ya totalmente transformada y junto a ella Navila, con una sonrisa que helaba la sangre del terror que provocaba.
-         -Hermanas, preparemos todo, la hora se acerca.


En los calabozos, los cinco niños se mantenían dormidos. Cuatro en una celda y Mauri en la de enfrente, solo. Navila había decidido que él sería el sacrificio para los lobos, por su crueldad con los animales, pagaría con su misma moneda. El plan estaba en movimiento, había que llevar el sacrificio antes para que el ritual no fuese interrumpido por los lobos y evitar la matanza de las brujas.

Al final del pasaje donde se encontraban los niños estaba lo que llamaban “la sala de despiece”, en ella había instrumentos rudimentarios de la época, como la pera, un par de camas con grilletes en la que la monja estaba ocupando una, cuchillos, unas sierras y un par de hachas para ocasiones especiales. Hoy era una de esas ocasiones. Grimelda fue a por Mauri y le encadenó con los grilletes y le obligó a despertar tirándole cubos de agua hirviendo, lo que hizo que reaccionara al momento.

-         -¡Aaahh!, pero ¿Qué es esto? ¿Por qué me hacen daño? ¿Dónde estoy? ¿Por qué tengo… ¡grilletes!? –preguntó entre dolorido e incrédulo. Sus ojos se le abrieron de par en par cuando miró a su alrededor y vio el lugar; parecía una cueva, aunque con un aire muy macabro. La oscuridad inundaba cada rincón de no ser por la suave luz de las velas y ver a la monja encadenada a su lado no ayudaba nada a tranquilizarse. 
-         -Te diría “bienvenido” pero eres un pequeño muy desagradecido y sé que no lo apreciarás, así que simplemente te voy a contar lo que te sucederá –respondió Grimelda mientras su arrugada y sucia mano repasaba el perfil del chico.- ¡Hoy es la noche del sacrificio! Y tú renacuajo repelente, eres el elegido. Tu desprecio por los animales ha hecho que tome esa decisión y… lo que acontece ahora es que te vamos a despellejar y dejar a su merced. Puedes gritar cuanto quieras, pues nadie más que los que estamos aquí te van a escuchar. ¡ah! Y puedes intentar escapar, más no lo lograrás. 
-         -¡No os acerquéis a mí, viejas brujas! –amenazó un Mauri inmóvil. Y las tres brujas pasaron rodeándole con las uñas en su pequeño cuerpecito; se veía como se le erizaba la piel cual gallina y las gotas de sudor se deslizaban por su frente mientras reían a carcajadas. 
-         -¡Soltadme! – gritaba un Mauri asustado y bañado de un eco que iría despertando a quien permaneciese dormido en el infierno. 
-         -¡Dejad al chiquillo! ¡El señor se cobrará todo vuestro mal! –amenazaba la monja ya débil por la pérdida de sangre, hasta que finalmente se desmayó. 
-         -Que hermoso, la hermanita de la caridad velando por el bien de un mocoso sin sentimientos… ¡muy tierno! Navila, Madmara, preparemos al niño para los lobos. Ordenó Grimelda decidida a terminar con tanta conversación.

  
Al fondo comenzaba a escucharse gritos de los otros niños, sonidos que carecían de sentido pero escalofriantes, habían escuchado los gritos de Mauri, pero sin reconocer su voz.
Agarraron primero los cuchillos para hacer unos cortes en la piel y separarla suavemente del músculo, disfrutando de cada instante. El chico aterrado ante tan cruel visión y tanto dolor no tardó en desmayarse. Le cortaron los tendones del talón para que no pudiese caminar, los de las rodillas para que no se mantuviese en pie y se lo llevaron al bosque. A medida que se acercaban a la zona más oscura, se iban escuchando unos aullidos escalofriantes, parecían hablar con las brujas, consideraban aceptar el sacrificio. Aterrizaron sus escobas en la zona más terrorífica que encontraron, donde sabían que ningún humano lo encontrarían y lo ataron a un viejo roble, fue entonces cuando le cortaron las venas de las muñecas y le hicieron un pequeño tajo en el cuello para llamar más a los lobos.

Ojos rojos se iluminaban en la oscuridad, las hermanas sabían que estaban siendo observadas por ellos, así que Grimelda se irguió y dirigiéndose a ellos les gritó: Aquí os traemos el sacrificio de este año para que el pacto siga su curso un año más; nosotras hemos cumplido, ahora os toca a vosotros.
Y tras esas palabras, un aullido perdido en la nada se hizo presente, el jefe de la manada accedía a mantener el pacto. Las brujas volvieron a subirse a sus escobas en dirección a la guarida.

-        -El resto de la hermandad estará en camino, brujas de todo el hemisferio sur nos reuniremos en esta noche de luna roja para pedir a satán por nuestra juventud. Hemos de preparar el altar y el pentagrama. Cambiémonos y vayamos a reunirnos con nuestras hermanas. –Madmara y Navila asintieron, y en sus rostros envejecidos por los siglos casi se podía adivinar la ilusión por volver a ser jóvenes de nuevo.


Abajo en los calabozos, el terror de los niños era palpable, perdidos y asustados, con el frío metido en sus débiles huesos, no podían hacer otra cosa sino tiritar como único escudo ante aquella situación. Los tres amigos se percataron de que Mauri no se encontraba entre ellos, y de la puerta abierta del calabozo de enfrente.

-         -¿Dónde estamos? ¿Quién nos ha traído? ¿Quién gritaba antes? ¿por qué estamos aquí? –sollozaba el pequeño desconocido.- ¡Quiero irme con mi mamá!
-         -No sé de quién era esos gritos pero puedes estar tranquilo, no estás solo, estamos juntos. –Trató de tranquilizarles Jorge ante una muy clara situación de no entender que estaba sucediendo.-  Eli, Mateo ¡¿Por qué estamos aquí?! ¿Quién nos ha traído? ¿Recordáis algo? – Inquirió Jorge tratando de atar cabos.


Mateo y Eli se miraron tratando de hacer memoria…

-         -Lo último que recuerdo es estar buscando al dueño de un gato blanco… -recordó la pequeña.
-         -Sí, ¡cierto! Pero… lo que yo recuerdo es estar con el gato buscando a su dueño y la cara de una señora, no la conocía de nada y creo… creo que decía ser la dueña, y después me desperté aquí. Pero no entiendo que tiene que ver con esto, o si no… -Mateo parecía hablar para sus adentros.


Las hermanas se dirigieron a sus frías alcobas a cubrirse con sus túnicas ceremoniales y colocar en sus envejecidos cuellos su talismán personal; antes de salir se armaron en la cocina con todo lo necesario: Azufre, el cáliz, sangre de la virgen y por supuesto las víctimas.

-         -Esperarme en la puerta, voy a por los niños. – Dijo Grimelda dándose la vuelta mientras iba a por los chicos.


-         -Ahora que lo decís… Mauri y yo no habíamos encontrado al dueño y volvimos a donde estábamos jugando, nos cruzamos antes de llegar, nos enfadamos y llegó… llegó alguien, no recuerdo quién era… ¡era una mujer, si! pero no la reconocí…
-         -¡Oh, ya habéis despertado!  ¡Qué gran noticia! – se le podía encontrar al sarcasmo de Grimelda un tono estropajoso en la voz. Los gritos al verla eran ensordecedores por el eco que el lugar poseía.- No os asustéis pequeños, pronto todo terminará… - y de pronto, todo se desvaneció en la oscuridad. Metió a los niños en un saco y fue con sus hermanas.

-         -Listo, podemos irnos.



Las tres brujas subidas en su escoba, ascendieron a lo más alto en el cielo con rumbo a la Playa del Silencio., a un par de kilómetros dentro de la misma y tras grandes rocas que obstaculizaban el paso, se halla una cala escondida en la que nadie les molestaría durante el ritual. A medida que se iban acercando, se les unían otras brujas de otros países, todas con un mismo destino, un mismo propósito…la juventud.

La luna brillaba en un color rojo intenso, las brujas iban llegando emocionadas al pisar la arena, pues a partir de esta noche se sentirían fuertes y enérgicas de nuevo. Tras el ritual se celebraría una gran fiesta alrededor de la hoguera, en la que cantarán, danzarán y beberán hasta que el amanecer asome por el horizonte.

Ya en tierra, comenzaron llamando al elemento agua, necesitaban que el mar les diese tregua por una noche para llevar a cabo el plan. En otras palabras, necesitaban más espacio.

-         -Hermanas, es momento de conjurar al espíritu del agua para alejar el mar. Madmara, comienza tú. –Señaló Grimelda. Madmara avanzó dos pasos al frente y elevando los brazos conjuró al elemento:



"Espíritus del elemento agua, ¡escuchadme!
Os llamo en esta noche de luna roja como cada año ¡venid a mí!
Abrid este espacio de arena haciendo retroceder el mar hasta el amanecer
¡escuchadme!
Que así sea."



Y de forma asombrosa para cualquier humano, las aguas retrocedieron dejando un amplio terreno como había pedido. Después, agradeció el elemento por escucharla y retrocedió junto a las demás.

-         -Toca hacer el pentáculo, Navila ¿tienes el azufre?
-         -Si Grimelda. Ya me ocupo yo de eso.
-         -Bien. –Asintió y fue directa a comprobar si las ofrendas se habían despertado; pero aún parecían no respirar…parecían cadáveres, como estarían en una hora.


Con el pentáculo ya dibujado sobre la arena, colocaron los elementos en su lugar. En la posición Noroeste se encontraría Eli. En el punto Noreste estaría Jorge. En el Sureste Mateo. En el Suroeste el niño desconocido. Y como ofrenda principal, la monja en el Sur.

Ya constaban todas las brujas presentes. Así que procedieron a preparar el cáliz; cortaron las venas de la muñeca izquierda a cada niño, igual que lo habían hecho anteriormente con Mauri y de la sangre que brotaba la recogían en la copa de ceremonia.
Con el bullicio de la emoción que emanaba en el ambiente, algunos de los chicos reaccionaban pesarosamente, entre susurros pedían que les soltasen, aunque de nada servía, no se les escuchaba. Al cáliz añadieron unas gotas de la sangre que habían extraído horas antes de la monja y lo mezclaron bien.

Grimelda oficiaba el ritual.

-         -Hermanas, hoy hemos sido convocadas en ésta luna de sangre para pedir a Satán que nos dé más juventud, a cambio le ofreceremos cuatro almas inocentes para obtener nuestra petición y una virgen como moneda de pago. Hagamos un circulo, agarrémonos de las manos y repetid conmigo:



"Satán, ¡oh señor de la oscuridad!
temido por los mortales ¡te invocamos!
*ven a nosotras.

Satán oh señor de lo sobrenatural
¡acude a nuestra llamada!
*ven a nosotras.

Invocamos en esta noche mágica
tu presencia.
Señor del mal ¡escucha nuestra llamada!
*ven a nosotras."



Tras unos minutos de insistencia, comenzó a levantarse un fuerte aire que agitaba el cabello de las presentes elevando cuan remolino la arena revuelta, y del centro del pentáculo se levantó una bestia que con el solo reflejo de su mirada, haría ceniza a cualquier mortal, su aspecto terrorífico helaría el alma de quien aún la poseyera; mitad humano mitad cabra, de piel rojiza, ojos ámbar y mirada tan profunda que de sólo mirar a alguien a los ojos descubriría cualquier oscuro secreto que guardase en lo más profundo de su ser, de su frente le surgían unos cuernos que parecían esculpidos por los mismísimos ángeles del infierno, y su sonrisa malvada acompañaba a la perfección al resto de él.
  
-         -¿Quién me ha llamado?
-         -Yo, Grimelda. Oficio esta misa en la noche de luna roja y te hemos traído una ofrenda a cambio de tu favor. –Satanás miro a todas las brujas escrutando su verdad.
-         -¿Y qué buscáis?
-         -¡Queremos otro año más de juventud! Y para ello te hemos traído estos niños, para que con tus palabras nos concedas la petición. –Ofreció la bruja mostrando la palma de la mano.

  
Los niños continuaban pidiendo que se les soltase mientras imploraban por su vida y trataban de deshacer inútilmente los nudos que les inmovilizaba entre lágrimas, tan saladas como el mar que se alejó. De nada serviría.

-         -De acuerdo, os daré la juventud que todas vosotras ansiáis, a cambio me llevaré el alma de los cuatro inocentes y la virgen conmigo.
-         -¡Que así sea! –respondió Grimelda en nombre de todas.

  
Satanás mencionaba unas palabras en latín mientras las brujas iban pasándose el cáliz y tomando un sorbo de tan deliciosa y joven sangre. Inmediatamente después de tragar el espeso elixir, sentían como la lozanía inundaban sus venas, la piel perdía arrugas y sus expresiones faciales volvían a hablar de felicidad. Sus amuletos brillaban con energía renovada. Una tras otra todas las brujas tendrían su añorada ambición.

-         -¿Queréis algo más? –preguntó satán deseoso de más recompensas.
-         -Nada más señor de la oscuridad. Gracias por acudir a nuestra llamada. Puedes llevarte tus ofrendas. – Y del suelo salieron llamas, eran de un color morado brillante que envolvían a los niños, les estaba arrancando el alma. Una vez se extinguieron, Satanás agarró a la monja y se la llevó consigo al infierno. Los aullidos de los lobos se escuchaban desde la lejanía, se estaban comiendo el sacrificio.

  
El ritual había acabado y ahora comenzaba la celebración. Las brujas prepararon una hoguera y de un chasquido de dedos de una de las hermanas invitadas, nació una llama que hizo arder todas las ramas, iluminando la cala y dando un halo especial. Hubo brujas que llevaron sus violines, otras tambores hechos con piel de cabra, y de la nada comenzó la fiesta. El cáliz con sangre iba de una boca a otra aportando un toque de éxtasis al momento, las ahora damas, danzaban como hacía décadas no sucedía y los cánticos inundaban todo el terreno. Según se bajaba la altura de las llamas, tiraban un cuerpecillo sin alma a la hoguera para alimentarla, después de todo tendrían que deshacerse de los cadáveres antes del amanecer.
Y así se sucedieron las horas de la noche de luna roja.

Estaba a punto de amanecer y parecía como si acabase de comenzar la fiesta, pero la realidad es que la luna estaba a minutos de irse a dormir y cada cual debía de volver al lugar del que llegó. Grimelda junto a sus hermanas reunió a todas las brujas y agradeciéndolas por haber participado se iban despidiendo de cada una. Una vez que habían despedido, éstas agarraban sus escobas y se fueron por dónde vinieron. El cielo ofrecía una visión de tráfico de escobas en todas las direcciones, parecía una bandada de murciélagos perdidos.

-         -Se ve hermoso. –Opinó Madmara.
-         -Es un orgullo para nosotras poder continuar con las noches de brujas, son el motivo para el que hemos venido a este mundo. -Concluyó Navila. Y tumbadas en la arena vieron como el cielo se despejaba.
-         -Hermanas, es hora de irnos, subamos a las escobas y…
-         -¡Os echo una carrera! La primera en despegar es un sapo podrido… - jugueteó Madmara con sus hermanas retándolas a esperar a que el mar se les viniese encima.


Pasaron unos minutos expectantes hasta que el mar se cerró para volver a la normalidad, en el momento de mayor altura del mar, las tres hermanas despegaron como si escapasen de una quema de brujas.






Fin