miércoles, 2 de marzo de 2016

El canto de el grillo

El día le sigue a la noche que cansada, se va para dejar al sol las horas que le corresponden. Comienzo mi jornada con una buena taza de café y el frío que entra por la ventana, dejando a mis pulmones que se llenen con el fresco aire renovado. Me siento en el escritorio, observando el cielo gris del invierno, y comienzo a divagar sobre temas triviales buscando uno que me convenza para comenzar con mi nueva novela.

Los trazos en el papel forman garabatos de tinta que carecen de sentido alguno, simplemente, el bolígrafo no escribe. Me quedo colgada viendo la desierta carretera; es raro, a estas alturas del año ya debería haber más gente y tránsito, casi parece un barrio fantasma. Entro en trance observando el asfalto, sólo el reloj sabe los minutos que he estado así. El estruendoso canto de un grillo me devuelve a la realidad. Miro la hoja en blanco que reposa ante mis ojos, y me concentro en comenzar a escribir esa novela inexistente. El silencio se adueña de mi entorno y mi cabeza, las horas pasan, la mañana se va dando paso a la tarde, y yo sigo sin haber escrito un sólo párrafo. La única compañía que tengo es este grillo, ni el canto de las aves me acompaña para cambiar la melodía.

La tarde está más muerta que mis ideas, las musas no me han acompañado en el día de hoy. Iré a comer algo y trataré de soñar con una buena historia, si es que el grillo decide dejarme dormir, mañana será otro día.


.......... O ..........



-  La noche ha sido pesada, ese grillo y su insistente canto no me han dejado dormir. Me haré un café cargado, lo necesito, y veré si puedo comenzar con la novela. El grillo se mantiene en silencio, lo que ayer fue malo hoy es un descanso para mi cabeza, auguro una mejor jornada. Bien, comencemos.



Agarró en su mano diestra el bolígrafo que tantas historias había escrito con anterioridad, esperando que saliera de algún lugar de su cabeza suceso, culpables, lugar y motivo, pero sin correr con suerte. De pronto, el grillo volvió a cantar. Sintió como sus músculos se tensaban, le dio un buen sorbo a su café tratando de disfrutarlo y respiró hondo, no había quien le callase. Ya un tanto cansada de la compañía del insecto, se levantó decidida a sacarlo de la oscura habitación, quizá si lo encontraba y lo desahuciaba, encontraría de nuevo la calma. Dejó impulsivamente el bolígrafo encima de la hoja y fue a buscar de donde venía el agudo canto, era tan ruidoso que le dañaba el oído. Se acercó con sigilo y buscó entre los muebles del estudio donde escribía. Pero cuando estaba cerca de él, este quedó en silencio. La escritora esperó unos instantes a que volviese a mostrar su posición, pero el grillo debía saber que pasaría si era descubierto. Ella volvió a su mesa, le dio otro buen sorbo a su café, levantó el bolígrafo y apuntó a la hoja. Una frase quedó reflejada en el blanco papel, al fin comenzaba a escribir. 

Y así continuó las horas, entre la burla que el grillo le propinaba con su temporal ausencia, las calles nuevamente vacías, el silencio de las aves y el sutil deslizar del bolígrafo, comenzaron a hacer del canto del grillo un mal menor. Quizá fuese que la costumbre hizo que el molesto cantar pasase inadvertido, o que al fin las musas estaban de su lado, pero ella escribía y escribía...días, semanas y meses pasó encerrada en ese estudio en el que la cafetera era el único aparato que le proporcionaba a su organismo algo para ingerir.

Seis meses después, había terminado la tan esperada novela. Volvió a la primera hoja para revisar el resultado. En cada hoja, una frase se repetía una y otra vez a lo largo de sus cuatrocientas páginas, en ellas se podía leer "El canto de el grillo corona mis días".

 

Esa fue la última frase de su nunca iniciada carrera como escritora, pues la locura se apoderó de ella, y desde entonces, el canto del grillo ocupó el lugar del silencio que le daba paz a su cabeza.