Oh,
¡qué dulce sabor!
mi
sangre refulgente al trasluz
me
devuelve la vida,
mis
pupilas se dilatan
con
el sabor de la venganza.
Mi
piel recupera el color
que
hace siglos perdió.
Te
estaré acechando en las sombras…
Oh,
que dulce sentir
a
mi corazón volver a latir,
el
sonido atronador del tic tac
en
mi interior,
desgasta
tu pensamiento
haciéndolo
más lento,
secándote
por dentro.
Enferman
mis enemigos al saber
que
mi corazón sigue vivo,
que
yo sigo en pie.
Pues
su rabia es mi venganza,
mi alimento.
Y con el pasar de los siglos
en
pie continuaré
y
tu caída veré,
seré tu tormento.
Observaré en la penumbra,
disfrutaré
de tu dolor
sabiendome tranquila
pues en paz estaré yo.
¡Oh, dulce venganza!