jueves, 5 de enero de 2017

El cantar del ave herida



Un manto blanco cubre todo a la vista,
el frío se hace dueño de mi piel
convirtiendo mi corazón y mis sentimientos en témpanos,
ya ese nudo en mi estómago no se quiere deshacer,
no quiere irse,
el demonio habita en mí.


Mi cuerpo descansa sobre la superficie de terciopelo
mi respiración se torna calma,
pero mi alma es un tormento que dista de lo que mi cuerpo refleja,
es en realidad un infierno en llamas,
y como tal, se incendiará con cada palpitar de este corazón herido.


Más herido que un ave con ala rota,
sin poder alzar el vuelo
sin poder sentirse a salvo pues sabe que la tormenta le golpeará.
Un ave cuya voz se ve acallada por el sonido del viento,
una falsa tempestad que sonríe al sol
mientras que a la luna le trae las nubes,
y es entonces cuando el ave herida va dando tumbos tratando de volar,
alejarse de aquel nido hecho en el tiempo,
el cual un día le dio respaldo y calidez,
hoy de nada sirve,
el ave buscará su lugar,
aunque sea adentro de una húmeda cueva,
y el frío su compañero de vida desde ese momento,
hasta que decida ya no despertar más.



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