viernes, 2 de diciembre de 2016

Un soplo de magia


Después de aquél castigo que me dolió más que una puñalada por la espalda, decidí de improvisto irme de casa. Cogiendo mi cazadora y saliendo con paso apresurado, tomé el camino que tantas veces me había llevado a la calma; la biblioteca del mausoleo, un mausoleo que había sido comprado por mis antepasados lejanos y el cual nunca dieron otro uso que el que hoy presenta, pues en el último momento de su agonía un minuto antes de sus muertes, deciden ser incinerados. No sé cuál haya sido el motivo de ese cambio de opinión, pero yo les guardo un hueco en ese mausoleo, pues entre las páginas viejas de esos libros de encanto, toda la familia vive en calma de un modo u otro, ellos llenaron esa biblioteca de conocimientos, de fantasía y de sueños, lo justo es compartirlo con ellos.

Crucé la pesada puerta de hierro y me adentré entre las tumbas a mi escondite. Desde la lejanía y el desconocimiento, se veía como un simple mausoleo viejo, incluso abandonado, pero ese era mi gran secreto. Me aseguré de que nadie me viese entrar, pues a pesar de lo evidente, el olor a libros viejos perfumaba el lugar y dejaba escapar una traidora brisa al cerrar la puerta. El lugar era el más grande de los mausoleos, tiene una entrada en la que puede caber un sarcófago egipcio.. o seis lápidas, y al fondo de éste otra puerta, también de hierro pero menos pesada, separa ambos ambientes y en este, es donde está ubicada la biblioteca y las urnas de mi familia. Me encargué de acomodar el lugar para no salir de aquí en varios días de ser posible, y en las noches que me duermo entre las historias de esos libros, me acompañan los espíritus en mis sueños y en las noches ausentes de luna, vivimos historias sólo escritas entre esas páginas, y cuando he de volver a casa, me siento renovada.

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